Divulgar, a mi juicio, es un tarea imprescindible en el mundo de la investigación y que mayoritariamente asumimos todos los que nos dedicamos a ello. Lo hacemos a través de los artículos o los congresos entre nuestros colegas de campo. Sin duda alguna eso forma una parte crucial, pero la definición de divulgación implica que esa transmisión de conocimientos sea masiva y es ahí donde aparece el concepto de divulgación popular, esa que llega a gente que no tiene porque ser experta en el campo tratado.
La primera es, la divulgación meramente científica, es, a mi juicio, una obligación social. Bien sea por una imperativo legal, o por la deuda social que contraemos quienes investigamos (por no centrarnos en la deuda moral de quienes recibimos una beca o contrato por parte de organismos públicos). os investigadores dediquen parte de su tiempo a ello. Pero, si nos centramos en esa divulgación popular, la cuestión no parece tan sencilla. ¿Nos comprometemos como científicos a llevar nuestro campo a la gente de a pie?, ¿es un mero lujo?, ¿es una forma de negocio más?
Como en todo, hay quien tiene más facilidad para la comunicación popular. Hay muchos científicos a los que pediríamos por favor, que sigan trabajando y escribiendo, y que dejen la comunicación. No todos valemos para todo. Pero, sin duda, quienes pueden hacerlo, quienes se esfuerzan en transmitirlo de forma sencilla y amena, están ofreciendo un plus incalculable a su trabajo. Algunos de ellos han hecho mucho más por su campo que cientos de investigadores previos. Nada parece mejor que emocionar y motivar a cuanta más gente mejor en tu disciplina. Muchos de ellos lo hacen.
Valga el ejemplo del gran Eduardo Sáenz de Cabezón, matemático, investigador y maravilloso divulgador de la Universidad de La Rioja. Solo él ha sido capaz de acercar las matemáticas a millones de personas de un forma divertida, interesante y, sin duda, motivacional. De su mano son muchos los científicos e investigadores que, en una explosión divulgadora sin precedentes, han emergido en multitud de campos.
Mi campo, la psicología educativa, es menos prolífico. Los motivos, seguramente, pasan por ser un campo de una enorme trascendencia personal donde todo parece tener que medirse con calibre y todo es aparentemente debatible. Eso limita una de las bases de la divulgación actual, el del humor y la diversión. No todo el público parece preparado para asumir cierto tipo de debates, asumiendo que personas expertas en la materia ofrezcan resultados y perspectivas novedosas y contrastadas. A día de hoy, curiosamente, hablar de física es más sencillo que hablar de psicología. Explicar un teorema, es más entendible que entender la ansiedad.
Finalmente, respondiendo a la última cuestión. Dedicar el tiempo necesario a generar material para divulgación, sea esta en forma de libro, blog, videos o podcast supone un esfuerzo enorme. Hemos realizado multitud de entradas de blog, publicado en libro y otras publicaciones, o realizado decenas de charlas divulgativas en colegios, institutos y universidades. Cada una de ellas exige un esfuerzo tan elevado como reconfortante. Así que, mi respuesta es un rotundo: sí.